Con los cubiertos en una mano, y las servilletas en la otra, miró hacia todos lados con aire preocupado antes de dejarlos en la mesa.
– Luci, ¿Has comprado pan?
– ¡Vaya por Dios!, ¿ves?, ya sabía que se me olvidaba algo.
– No te preocupes mamá, yo no como pan, no te acuerdas de mi dieta.
– Es verdad
– ¡Y a mí que me zurzan! ¿no?
– Ya está el victimita, pues si no comes pan un día no te pasa nada papá. No seas tocawebs.
– ¡Ayyy!, cría cuervos… En fin…
Hacía más de quince días que no iba a verlos. Quizá la alegría de verme les hacía comportarse con cierta torpeza. Pero lo cierto es que me costó encontrarme cómodo. No sé por qué, pero me sentía tenso.
¡Pero qué os pasa!, estáis un poco tontines, ¿no?
-¡Anda!, ¡encima!, al tío no se le ve el pelo, y encima criticón. Pues vaya con el niño.
– Ya estamos, el niño, el niño… Da igual que tenga treinta, cuarenta, o cincuenta, siempre seré el niño, ¿no?…
-Anda tontorrón, abre el vino que tu padre está cortando jamón.
Tras un ratito de vermut, de hacer uso de todos los posibles tópicos sobre la actualidad, con su dosis pseudocrítica e infalibles remedios para cambiar el mundo, y como si tuviera el reloj biológico conectado al fogón, mamá irrumpió con un sonoro y contundente, ¡vengaaa a comeeeer!, ¡que la paella está listaaaa!
Comimos una paella espectacular, como siempre. Y ya en el café, mientras mi padre sintonizaba su nueva adquisición digital, le pregunté:
-Por cierto papá, ¿los papeles que te dije si me podías buscar el otro día dónde están?, los he buscado antes y no los encuentro.
-¿Qué papeles?
-Joder, los de las retenciones del IRPF, esos que te dije que eran importantes para lo de la declaración de la renta.
-Tú a mí no me has pedido ningunos papeles…
-¡Va, papá! ¡Estás de coña, no!
-No, no estoy de coña… Tú no me has pedido nada, ¿cuándo?.
-Si te llamé ayer para recordártelo.
-Pensativo, entornó la cara como si fuera encandilado por un destello de luz. Mamá dejó lo que estaba haciendo, y lo miró. Y un silencio helado tiñó el momento. Tras cruzar la mirada, papá pegó un chasquido y se marchó alicaído…
Mamá y yo nos miramos. Y allí en la pica, mientras secaba un plato con los ojos llorosos, negaba con la cabeza …